Las bateadoras de oro: Mujeres de barro y oro
En el Municipio de San Ramón en Santa Cruz – Bolivia, cerca de 200 mujeres moldean no solo el barro, sino también el futuro de sus familias. Se las conoce como bateadoras, y su labor, aunque invisible para algunos, en muchos casos, es el pilar económico de sus hogares.
Nataly Meré y Edith Taury, bateadoras que ya bordean los 50 años, describen su trabajo con la misma mezcla de resignación y orgullo que sienten muchas de sus compañeras, nos relatan que ellas tienen solo la batea y sus manos. Se meten en el barro hasta la rodilla, recogen el barro, lo cargan en la espalda y lavan durante horas. Si tienen suerte, al final del día recogen un poco de oro que venden para poder comprar comida o pagar las cuentas.
El oro que consiguen, a menudo no supera el gramo, pero cada partícula es fruto de un gran esfuerzo. Caminan largas distancias, cargadas de víveres y a menudo acompañadas de sus hijos, ya que no pueden dejarlos solos. En grupos, se internan en la selva durante días, apoyándose mutuamente para continuar con el trabajo.
Para poder acceder a las zonas de trabajo, muchas deben ser socias o tener familiares en alguna de las cooperativas, un requisito que las deja en una situación de dependencia económica y social. Aun así, el espíritu de estas mujeres no se doblega.
Sin embargo, algo está comenzando a cambiar. El Proyecto PlanetGOLD Bolivia, del cual es parte la Fundación PROFIN, está reconociendo la necesidad de apoyar y empoderar a las bateadoras, creando oportunidades para que puedan mejorar sus condiciones de vida y diversificar sus fuentes de ingresos. Capacitaciones y educación financiera se han convertido en claves para su empoderamiento. Talleres sobre gastronomía les brindan nuevas opciones, de modo que no dependan únicamente del bateo. Gracias a estas iniciativas, muchas de ellas ya están comenzando a soñar con nuevos proyectos. Juana Barba, una joven bateadora, por ejemplo, quiere abrir un pequeño negocio “un mini restaurante en la feria de San Ramon”, mientras sigue trabajando en la minería en sus días libres. «No quiero depender solo del oro. Ahora tengo otra opción», asegura con una sonrisa.
El camino hacia la equidad de género en la minería artesanal es largo, pero cada paso que dan las bateadoras de San Ramón es una prueba de su fortaleza y determinación. Ellas, que con las piernas en el barro y la mirada firme siguen adelante, están aprendiendo que el oro no es lo único valioso en sus vidas. El conocimiento, la organización y el apoyo mutuo son el verdadero tesoro que están comenzando a descubrir.
A través de su lucha y su trabajo, están escribiendo una nueva historia: la de mujeres empoderadas que, con o sin oro, están aprendido a ser dueñas de su propio destino.