Metodología GAAC: aprender a ahorrar y crecer juntos
En muchas comunidades del país, el acceso a servicios financieros sigue siendo un desafío. Sin embargo, a través de la metodología GAAC —Grupos Autogestionados de Ahorro y Crédito—, mujeres, hombres y jóvenes están aprendiendo a organizar sus recursos, ahorrar en grupo y prestarse entre sí, fortaleciendo la confianza y el desarrollo local. Esta metodología, promovida por la Fundación PROFIN, demuestra que la inclusión financiera comienza desde la comunidad, con educación, organización y compromiso.
Cada grupo GAAC se forma con personas que comparten un mismo objetivo: mejorar su economía y aprender juntos. Los participantes deciden cuánto ahorrar, cómo administrar el fondo común y establecen reglas claras para otorgar pequeños créditos entre los miembros. Lo hacen de manera participativa y transparente, llevando sus propios registros, aprendiendo a manejar cuentas y fortaleciendo la confianza mutua. Así, el ahorro se convierte en una herramienta para cumplir metas y afrontar emergencias sin depender de prestamistas externos.
Más allá del dinero, los GAAC generan espacios de aprendizaje y apoyo colectivo. A través de los talleres de educación financiera, las y los participantes adquieren conocimientos sobre presupuesto, planificación y uso responsable del crédito. Este proceso fomenta la autonomía, mejora la toma de decisiones y refuerza el liderazgo, especialmente de las mujeres, quienes encuentran en estos grupos una forma de independencia y crecimiento personal.
La metodología GAAC ha demostrado que la educación financiera no solo cambia la forma de administrar el dinero, sino también la manera de construir comunidad. Cada aporte, cada reunión y cada decisión compartida teje redes de confianza que impulsan el desarrollo local. En cada grupo, el mensaje es claro: cuando ahorramos juntos, crecemos juntos.
¿Qué son las taxonomías de finanzas sostenibles?
Una taxonomía es un sistema de clasificación de las actividades económicas ambientalmente y socialmente sostenibles. Su objetivo es establecer criterios claros y compartidos, que definan de forma objetiva qué es “verde”. En la Unión Europea, esta taxonomía se formalizó mediante el Reglamento UE 2020/852 (reglamento sobre taxonomía), en línea con el Pacto Verde Europeo y la meta de lograr una economía climáticamente neutra para 2050.
Utilidad e impacto
- Evita el “greenwashing”: al proporcionar una definición uniforme de actividades sostenibles, disuade el uso indebido del lenguaje ambiental sin respaldo real.
- Mejora la transparencia e impulsa inversiones verdes: al alinear los criterios de sostenibilidad con las decisiones financieras, facilita el flujo de capital hacia actividades realmente sostenibles.
- Facilita el seguimiento de flujos sostenibles: permite medir y monitorear cómo se destinan los recursos como parte de políticas de promoción económica responsable.
Componentes clave y proceso de construcción
Objetivos ambientales integrados:
La UE identifica seis objetivos principales: mitigación y adaptación al cambio climático, economía circular, prevención de contaminación, uso sostenible del agua y marine resources, y protección de biodiversidad. Una actividad debe aportar sustancialmente a uno de estos y no causar daño significativo (principio DNSH) a los otros.
Requisitos para las actividades:
Las actividades deben:
- Contribuir significativamente a un objetivo ambiental.
- No causar daño significativo a los demás.
- Cumplir salvaguardas sociales mínimas.
- Ajustarse a criterios técnicos establecidos.
- Perspectiva regional y global
La taxonomía europea ha servido de referencia global. La Organisation for Economic Co-operation and Development – OECD la reconoce como un marco robusto que aporta claridad, confianza y rastreabilidad, comparando iniciativas similares en China, Japón, Francia y otros países.
En Latinoamérica, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) promueve un Marco Común de Taxonomías para LAC, orientando a los países que ya avanzan con desarrollos propios para que generen marcos compatibles y fortalecidos regionalmente.
Algunos recursos informativos sobre taxonomías:
Marco común de taxonomías de finanzas sostenibles para América Latina y el Caribe.
Bonos verdes: la clave financiera para construir un futuro sostenible
En un mundo que enfrenta crecientes desafíos ambientales, los bonos verdes surgen como una herramienta financiera innovadora y necesaria. No se trata solo de una tendencia; representan un compromiso concreto por parte de gobiernos, empresas e instituciones financieras para financiar proyectos que contribuyan directamente a la sostenibilidad del planeta.
Un bono verde es, esencialmente, un instrumento de deuda (como cualquier otro bono), pero con una diferencia importante: los fondos obtenidos se destinan exclusivamente a proyectos verdes, es decir, aquellos que generan beneficios ambientales medibles. La idea es simple, pero poderosa: aprovechar el mercado de capitales para impulsar una economía más limpia, resiliente y equitativa.
Desde su emisión en 2007, los bonos verdes han financiado una diversidad de iniciativas, permitiendo canalizar millones de dólares hacia actividades con impacto positivo. Su importancia ha crecido en paralelo a la conciencia global sobre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Las actividades elegibles son diversas, aquí algunos de los principales sectores:
Energías renovables, como la solar y la eólica son uno de los destinos más frecuentes. Estos proyectos no solo reducen emisiones de carbono, sino que también disminuyen la dependencia de combustibles fósiles.
Eficiencia energética, a través de edificios sostenibles, sistemas de calefacción inteligente o tecnologías de almacenamiento energético.
Transporte limpio, que incluye vehículos eléctricos, transporte público ecológico, infraestructura para bicicletas y proyectos ferroviarios.
Gestión sostenible del agua, con inversiones en tratamiento de aguas residuales, infraestructura para agua potable y soluciones de drenaje urbano adaptadas al cambio climático.
Prevención y control de la contaminación, con acciones que van desde la reducción de emisiones industriales hasta el reciclaje de residuos sólidos y la descontaminación de suelos.
Conservación de la biodiversidad y gestión sostenible de tierras, incluyendo reforestación, agricultura y ganadería sostenibles, así como la restauración de ecosistemas.
Adaptación al cambio climático, mediante sistemas de alerta temprana, monitoreo climático y fortalecimiento de infraestructuras vulnerables.
